En mitad de la marea

Las cosas no pueden ir peor. Esperemos que no.

Me encuentro en una odisea laboral, de un lado a otro, entre dos empresas y sin ninguna garantía de ir a seguir manteniéndome a flote. Pero dando guerra. Sigo al pie del cañón, luchando, y plantándole cara a la parte menos amable de la vida.

Mi refugio es, una vez más, ese pequeño agujero, mi bunquer, en el que me libero un poco cada noche por medio de las puntadas de una aguja de coser sobre telas de colores.

Al final van a tener razón. Resulta que bajo presión este tipo de cosas, las creativas, me salen mejor; con la tontería ya tengo preparada la primera remesa de broches para el otoño. ¡Y no dejan de venirme más diseños a la mente!