Momentos zen

El domingo es, para mí, ese día de la semana que se aprovecha no aprovechándolo lo más mínimo.
Me refiero a que una se levanta y puede tirarse en pijama hasta las 2 de la tarde si le da la gana y sin estar pendiente del puñetero reloj; no haces nada por necesidad. Lo que quiera que ocupe tu tiempo lo haces por placer: escribir durante un buen rato, leer el periódico pinchando del plato unas rabitas, dibujar, bostezar, rascarme el ojal...
El domingo, señores, el séptimo día cuando llegó el descanso. Qué gran día.
Por la tarde me pateé el puerto viejo de Getxo ("Tontolandia") de un extremo al otro, disfrutando del solecito - porque algo sí que pegó, yo misma me he quedado con la cara "acangrejada"- y tomando un refresquito mirando al mar. Y ahí fue donde alcancé el nirvana de esta semana. Hasta que hice eso que hago yo tan bien: fijarme en todos los detalles y darle al seso. Joderlo.
Mirando a la playa, plagada de carne a la parrilla adornada con bañadores y niños-croqueta, me di cuenta de que casi no había pijitas al sol por allí. La media de edad era bastante más elevada. La gente allí eran mujeres mayores en top-less. Que digo yo, ¿por qué nadie las contrata para arar los campos? Se sueltan aquello, caen las lolas, y al caminar van dejando surcos por la arena que perfectamente les harían el servicio a los de la cebada. Así podrían ahorrarse a los mulitos. Se ponen dos señoras de estas y ya está. Planten sus trigos y sus maíces, señores.
En fin, que luego de esto ya sólo veía tetas por todas partes y pezones revenidos por doquier.
Me preguntó mi chaval, que iba conmigo, que qué me pasaba que iba yo tan seria.
"No quieras saberlo" le dije yo oteando el orizonte como un capitán de barco que aguarda la tormenta del siglo mientras su tripulación se zumba las reservas de ron.
Gracias al cielo pude irme de allí con una bonita estampa en las retinas. Saqué la foto de turno para rememorar el momento cuantas veces quiera a lo largo de la semana.
Ahí la dejo.
Labels: 2010, mis cosillas